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lunes, 8 de diciembre de 2008

El viento en el desierto.

Sólo en semana santa se ven vientos fuertes, ventarrones que hacen rechinar puertas y los vidrios de las ventanas, a veces en verano los aires templados y calurosos me opcan aún más el corazón que se rasca las cicatrices, en invierno, en el desierto se observan los árboles devastados y desnudos por el otoño violador, los arboles de mi casa son dos, uno da limones, tiene hojas amarillas por que todo el tiempo es temporada de limón, la lila que se asoma desde lejos a la ventana de la cocina, está sin ropas verdes, sin el brillo primaveral de sus hojas en el mes de abril, y las hojas abatidas de las calles sae meten al jardín todavía desierto y de pastos amarillos.

El cielo de hoy, es un cielo lagañoso, despintado con unas imitaciones de nubes deslavándolo aún más, me recuerdan el amor que se me pasó hace muchas adolescencias, si, cuando idealicé demás a alguien que me falló; vivo en una ciudad calurosa en verano, con bocanadas de vientos fríos cuando se le antoja.

El desierto se viste de navidades, de vacaciones, de gente amorosa paseando entre las calles, de gritos, de sexos, de ilegalidad (sobre todo de eso) pero sigo aquí, asómandome ahora por este ventanal viendo la fársica avenida, viviendo pues, en este territorio de nadie, en esta tierra sin ley...En está insalvable ciudad.

''La muerte se quiere suicidar''.

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