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sábado, 13 de junio de 2009

Las cosas que reconfortan.


Hubo días en los que, me hubiera gustado encerrarme en el clóset, días en los que, hubiera querido no salir de la cama, olvidarme de todo eso, olvidarme y dejarme morir, hubo veces en las que cuando se hacía de noche, deseaba firmemente no despertar al día siguiente, por que sabía que sería otro perdido entre esas sensaciones y ese miedo a todo, pasé la peor de las navidades, ni siquiera me fije si nevó o no, dejé de lado casi todo, a mi esposo, a mi misma, hacía las cosas a marchas forzadas, no por que quisiera, si no por que tenía que hacerlas; en el ir y venir de esos días tan crueles y amargos, olvidé que tenía un lunar en la nariz, olvidé que mis ojos eran grandes, olvidé lo que se siente ese frío que cala en los huesos, hubo muchos domingos aterradores.

Esa foto fué de el 4 de enero de 2009, cuando en mi cabeza pasaban muchas cosas, fuimos a comer y a pasear por el centro, a que mi hija disfrutara de los últimos días del árbol de navidad que ponen en la plaza del ángel...Pero yo no disfuté de nada, al día siguiente tuve el día más espantoso que haya tenido en mucho tiempo, recordar todo eso, me causa sinsabores y la inevitable tristeza.

Hoy sin embargo, puedo decir que estoy mejor, que me siento bien, que entendí que tenía que pasarme todo eso que me destruyó, para hacerme más fuerte, más humana y más caritativa, que tenía que entender que las cosas pasaron por que así tenía que ser y pasaron así para convertirme en una mejor y en otra persona.

Entendí que lo que me ocurrió no fué otro revés de la vida, si no una lección de la cual aprendí mucho, que me enseño a valorar las cosas que de verdad importan.

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