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domingo, 25 de enero de 2009

Remembranzas de domingo...

Recuerdo con exactitud esos domingos infantiles, por que hubo domingos cuando mi papà no estaba borracho ni crudo, que sòlo se quedaba a ver pelìculas tumbado en un sillòn y durmiendo, pobre, trabajaba tanto, y entonces venìa mi otra tìa, esa tìpica tìa que todos tenemos ( o sòlo yo) que se quiere hacer la buena y que tene cara de dulce pero que es màs mala que la carne de puerco, llegaba con sus short's de mezclilla en verano, sus sandalìas de plàstico, su pelo del mismo tinte cobrizo de siempre, con sus gestos de señora mal querida y sus dos niños malcriados y gritones corriendo como caballitos salvajes, venìa para ir de visita con el tìo Ramòn, ese tìo que se casò con una mujer años mayor que èl y que en su otoño descubriò que no era feliz, ibamos a visitarlos, por que casi nunca los veìamos, tenìa casa propìa que la empresa para la que trabajaba le habìa dado y siempre estaba limpia y el piso brilloso, no habìa niños, sus hijos estaban ya casados y no habìa el revoloteo infantil de los tiempos pasados.

Cuando no ibamos a ver a ese tìo, ibamos a ver a la tìa metichona que decìa que yo tenìa cuerpo de modelo, que era una làstima que me vistiera de negro y de largo, que saliera y me divirtiera, que era joven y bonita, bah, en los domingos màs jodidos de mi niñez y parte de mi adolescencia, ibamos al centro y yo compraba montones de ropa, ibamos al mandado y comprabamos comida al por mayor, y yo me quedaba con el mismo vacìo de no tener a quien decirle lo que hice, que nadie me llamarìa pregùntandome si habìa llegado para invitarme al cine, todo era tan ocasional, luego vinieron esos domingos posteriores que ya he dicho antes, y mi tìa empezò a trabajar en una gasolinera y mi primo mayor se quedaba con mi abuela y conmigo en las tardes de verano, en cualquier estaciòn, por esos tiempos el fin estaba cerca, pero los demàs eran demasiado ciegos para haberlo visto.

De pronto quedaron atràs esas visitas, mi abuela enfermò y era cuando los otros hijos, iban a verla, le alcahueteò a mi tìo ( si, si, ese que se casò con la mujer mayor) a su amante, y ella recibìa gustosa con el disfraz de indignaciòn los regalos que èsta le daba, si, el final se acercaba, pero no fue en un domingo, si no en un sàbado de junio, y al domingo siguiente, me sentì por fin libre y sin ataduras.

Si no hubiera sido tan cobarde, me hubiera ido de casa desde los 14 o 15, hubiera aprendido a sobrevivir y a trabajar, pero me faltò valor y me quedè hasta el final de mis dìas y de sus dìas, de esos dìas fatìdicos y aburridos, de esos dìas faltos de gracia y de actividades.

Mucho han cambiado mis domingos, ya no tengo perros, ni una cama individual, ya no tengo noches largas y dìas màs largos aùn, ya no tengo la sombra de la vejez ni de la manipulaciòn, cambiaron los domingos, los personajes...la historia.

Ya no hay escalones que subir, ni puertas que no se quieren abrir, hay una reja blanca y un jardìn con àpices de pasto verde, hay un patio pequeñìsimo que alberga a una lavadora vieja y montones de ropa que lavar que por el frìo crudo de todos los años se quedò postergada, hay dos niñas, una pelirroja y una castaña, una de dos años y otra de cinco meses, hay un hombre a quien espero como lo he esperado desde que mis dientes estaban llenos de sarro e intentando ser masacrados y violados por la piorrea, se fue mi abuela, regresó mi mamà, se fue el intento de masacre, llego la salud, espero por que se vaya el color crema patètico de las paredes y llegue el morado, espero que se vaya el invierno no por que lo quiera, si no por que siempre se m escapa con la noche, una noche cualquiera de marzo.

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