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viernes, 27 de febrero de 2009

Las pèrdidas.

Sin duda perder un hijo es algo difìcilisimo que nos cambia por completo toda la perspectiva de la vida, no comprendemos como antes de nacer o naciendo se muera, que pasè por esos dos estados en segundos, minutos, dìas o meses, no comprendemos por que ha sucedido, probablemente nunca lo comprendamos y tal vez, en nuestro interior sigamos sintiendo ese vacìo que nos deja la pèrdida de un hijo.

Aùn teniendo otros hijos, hijos sanos y llenos de vida, que nos alegran nuestra existencia, nada reemplaza al hijo que se fue sin siquiera haber tocado su piel, sin siquiera llegar a conocerlo, sin haberle escuchado nunca el corazòn, sòlo quienes hemos pasado por eso, de alguna manera somos quienes mejor que nadie sabemos que estuvo adentro, en algùn lado, que en algùn momento se empezò a desarrollar y en otro se detuvo y nos dejo con una tristeza enorme, una frustraciòn terrible, un dolor insportable.

Cada persona reacciona distinto, cada una siente distinto, unas se llenan de envidia hacia quienes se embarazan y traen consigo hijos vivos, otras se quedan estàticas en ese pasado y terminan con su razòn, con sus matrimonios y deciden no salir de ahì, otras se ponen màs optimistas, todo lo optimista que se pueda ser ante semejante traiciòn de la vida y conservan una poca de esperanza, se dan tiempo para pensar, analizar y tratar de acomodar todo, luego, pasado un perìodo, lo intentan y se quedan y los finales son diferentes.

Otras siguen en la lucha, no olvidando a sus hijos perdidos, siempre tenièndolos en sus memorias, en sus corazones aunque la familia o la gente cercana pretenda borràrselos, ellos, nuestros hijos siempre estaràn con nosotros.

Cuando veìa algùn bebè recièn nacido, me gustaba mirarlo, imaginarme que asì pudo haber sido el mìo, deseàndole a la mamà lo mejor, dicièndole lo magnìfico que era tener ese regalo, no podìa evitar sentir tristeza, tristeza, no envidia ni celos, ni odio, ni nada negativo, conforme iban transcurriendo los años y veìa a niños crecidos que caminaban, me suponìa que yo tambièn andarìa comprando pañales, ropa nueva, regañando a mi hijo o hija p0r andar de travieso, còmprandole dulces, jugando con èl o ella, y cuando quedè embarazada de mi hija mayor, otra vez se encendiò ese amor que las mamàs sentimos, y me llene de felicidad, de miedo, de nervios, y aùn tenièndola, le decìa que ella tenìa a un hermanito que venìa a cuidarla, mis hijas me hacen muy feliz, llenan toda mi vida de amor, de emociòn, de alegrìa, pero sigo recordando aquellos años cuando la ilusiòn se hizo presente.

Haber pasado por esas cosas, me llevo a concluir que nadie tiene la culpa de nuestras desgracias, de nuestros infortunios, que llènandonos de amargura, de rencor, de cosas malas no vamos a lograr nada bueno, lo importante es seguir en la lucha, la lucha interna, la lucha dìa con dìa mientras nos llega nuestro momento, lo que es es, las cosas son asì, nadie podrà cambiarlas nunca, y cada dìa es una nueva oportunidad para ser mejores mujeres, mejores personas, mejores padres.

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