RSS

sábado, 5 de septiembre de 2009

El tiempo muerto

Yo viví en una casa oscura, llena de ladrillos violentos, con pasillos estrechos, plantas con espinas y muchas abreviaciones.

Durante mi estancia en esa casa, que poco y nada recuerdo, avistaba un montón de cucarachas muertas sobre el piso que en ese tiempo era blanco y desgastado por el cloro, tenía unas delgadas líneas negras que avisaban la terminación entre un cuadro y el otro, y entre esas líneas había un material negro y rasposo que brotaba cuando una punta de mi compás escolar escarbaba buscando los tesoros de las bacterias.

Por esos tiempos yo no pensaba que pensaría lo que llegué a pensar, ni siquiera me preocupaba de nada, deudas había muchas pero la mujer de cabellos tiesos y canos, se hacía de oídos sordos y la lengua aún puntiaguda salía resoplando muchas maldiciones ante la figura de un mortal de nombre Jorge, de niña yo pensaba que el amor era otra cosa, algo muy diferente, pues en los cuentos siempre el príncipe era el bueno, me disgustaba saber que aquí el malo era él y la princesa una mujer mayor para la edad de dicho príncipe, no tuviera lo que las princesas de cuento tienen; aún así, dediqué mi infancia, en la difícil postura de dibujar en esos lienzos imaginarios los comportamientos de quienes me rodeaban, pues para mi era tarea fácil descifrar cosas, que a ellos sólo los enredaban un poco más.

Cierta noche estrelladísima, azulísima y fresca, la princesa acudió bañada en lágrimas pidiendo que la ayudara alguien de los grandes y de los pesados hermanos mayores, pero sólo encontró a uno, mi padre, quien en esos entonces lucía mucho mejor de lo que luce ahora, y la vida se nos fué, viendo masacres emocionales, atendiendo partos de niños sin oportunidad y tomando responsabilidades que no nos correspondían.

Cuando era yo más joven, y el destino no se me había volteado, encontré un papel amarillo y duro, con letra casi ilegible y hecha con dedos Forzados e inflexibles, decía: ''Papi, te quiero mucho, ya no tomes, por que me asustas, te lo digo con el corazón en la mano''. Pero tenía yo muchas edades y muchos tiempos habían pasado de eso.

Comprendí que el universo donde yo estaba inmersa, alejada del mundo y su creación, no era más que un reflejo de esa noche estrellada, azul y fresca, todo parecía repetirse en secuencias perfectamente bien respetadas, aunque el piso ya no era de hule ni estaba desgastado, ni estaba más la puerta en el lado derecho, ni había un patio a mitad de otro pasillo, comprendí también que yo debía salir de ahí, y con una visión futurista les vi a todos una cara de serpientes hambrientas, no sé cuántas veces escribí vaticinios del fin en hojas de máquina, papeles que destruí paulatinamente y que ahora me arrepiento.

Han pasado muchos años de eso, he adelgazado mucho, solía ser más bonita de lo que ahora soy, mi ropa me sigue quedando grande, es como estar en medio del desierto y morir y en un flashback, regresar a mi casa, a ésta donde ahora ocupo un espacio y una función de constructora del mañana, de seres del mañana.

Esa casa donde yo viví, luce escarpada y a punto de ir al basurero, a que los cuervos, llagas y gusanos de panteón la hagan su vivienda y su loft de lujo, la destrucción se respira firmemente a cada paso que alguien da por esa acera, pero sólo yo oigo los lamentos de las paredes que huelen el retumbar de mis latidos, esos que también escucho yo.

En la quietud del día, cuando el sol entra vomitando las ventanas, me asombro y no es difícil, del despojo y hundimiento humano, pues mis percances pasados, pueden ser nada en comparación a los de las serpientes.

La mujer de lengua puntiaguda y verde, fue sometida a miles de torturas sentimentales, y ahora vive más oculta que una cueva del sol, en una casa chica, oscura, con pasillos estrechos, con la princesa que nunca tuvo lo que todas las princesas de cuento tienen, pero con muchas más abreviaciones.



''Del abismo humano y otros lamentos''.

0 comentarios: